Escultura facial
El rostro está constituido por un conjunto de volúmenes cuya armonía y proporción le otorgan la característica que los hace hermosos.
Cuando estas cualidades no existen o se ven mermadas por el proceso de envejecimiento, es posible mediante técnicas de adicción de volúmenes con materiales biocompatibles, como si de una escultura en barro se tratara, mejorar o recuperar la belleza del rostro. Durante el proceso de envejecimiento, además, ocurren una serie de involuciones y atrofias que afectan a todos los tejidos.
En la cara estas atrofias afectan a la piel, a la grasa y al propio esqueleto óseo de tal forma que este se hace cada vez más pequeño.
Esta disminución de volumen de los tejidos de soporte otorgan a la cara los característicos rasgos que asociamos con la vejez: pómulos hundidos, punta de nariz caída, etc. favoreciendo además el descolgamiento cutáneo.
La reposición de volúmenes aunque sea en planos superficiales (subcutáneos) hace que el rostro recupere la plenitud de las formas de la juventud.
Se utilizan para ello básicamente dos grupos de materiales de relleno:
- La grasa, la cual es el material ideal pero tiene como primera limitación que el paciente debe tener suficiente tejido donante.
- Materiales heterólogos entre los cuales hay dos grupos, los reabsorbibles y los permanentes.
No existe aún el material ideal y siempre debe discutirse sobre las ventajas y desventajas de cada uno de ellos a la hora de decidir sobre cuál utilizar en un momento dado.
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