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Astenia es el término clínico para designar «cansancio y apatía». Todavía hay discusión sobre si la denominada astenia primaveral debe ser considerada o no como un cuadro patológico que debe ser tratado o no. En todo caso, engloba una serie de síntomas originados en una “respuesta “anormal” del sistema nervioso y que se ve potenciado , como veremos por factores externos, y que afecta a más de la mitad de la población en mayor o menor grado.

Se manifiesta básicamente por apatía o pérdida de apetito,  tristeza sin causa aparente, pérdida de la líbido o deseo sexual,  disminución de la concentración o pérdida de memoria Irritabilidad o cambios en el estado de ánimo.

Esta sintomatología es siempre de carácter leve y pasajero. Este cuadro clínico sin causa aparente que lo justifique, y coincide con el cambio estacional. No hay que confundirlo con el T.A.E. (Trastorno Afectivo Estacional), que sí es una patología psiquiátrica reconocida como un tipo especial de depresión que se acentúa, o bien en los meses de invierno (depresión invernal) o bien en los de verano (depresión veraniega), y que debe tratarse médicamente.

 

Cómo se produce la astenia primaveral?

No existe una teoría concreta al respecto, pero parece ser que es una combinación de dos factores: Las horas de luz solar y Los ciclos hormonales.

El cuadro  tiene su origen en el hipotálamo, una región del cerebro que regula, entre otras cosas, la temperatura, la sed, el apetito, el sueño y la vigilia.

Este órgano es el encargado de producir entre otras sustancias, las denominadas las feniletilaminas, que son una especie de «anfetaminas» encargadas de provocar euforia; las beta-endorfinas, responsables del optimismo vital, y las serotoninas u hormonas de la felicidad.

Al producirse el cambio estacional hacia la primavera, y con él un aumento de la temperatura, aumento de las horas de luz solar y el cambio de horario y de la rutina diaria (horarios de sueño, tiempo de ocio, etc), se genera un control sobre la regulación hipotalámica que contribuye de forma muy significativa a un descenso de los niveles en sangre de todas las hormonas anteriormente citadas, lo cual produce una sensación de decaimiento físico e intelectual.

Tales alteraciones hormonales ocasionan una alteración de los ritmos biológicos, que deben adaptarse a las nuevas condiciones ambientales, más exigentes en el consumo diario de energía.

Como cualquier proceso adaptativo,  la astenia primaveral desaparece por sí sola en unas pocas semanas, dependiendo de cada persona, pues hay patologías que, como los alérgicos al polen, pueden exacerbar los síntomas de este trastorno a las nuevas condiciones ambientales.

La causa de porqué afecta a unas personas y no a otras tal vez sea por  la existencia de un factor endógeno no esclarecido que confiere una mayor predisposición de la persona a verse afectada por estas variaciones climáticas.

 

Tratamiento de la astenia primaveral

 

No hay un tratamiento específico para minimizar los síntomas de la astenia primaveral, pero sí se puede minimizar sus efectos acelerando el proceso de adaptación del organismo mediante la adopción de una serie de medidas basadas en el mantenimiento de una vida saludable y ordenada con una dieta equilibrada. Esto es la base para fortalecer nuestro organismo y sus defensas, evitando que los factores exógenos minen nuestra energía.

La alimentación deberá adaptarse a las necesidades que las nuevas condiciones ambientales generan en el organismo: menos alimentos hipercalóricos y mayor presencia de frutas y verduras frescas de temporada combinadas con arroz, pasta, legumbres, patatas…, pero sin olvidar los alimentos de origen animal (carne, pescado y huevos). Específicamente hay alimentos que favorecen la producción de serotonina, como son los cereales integrales, el aceite de oliva, el pescado azul, las nueces, el chocolate,  las semillas de girasol y los quesos frescos.

Mantener un adecuado nivel de hidratación ingiriendo unos dos litros de agua al día; esto puede ser complementado con infusiones y con zumos.

Intentar dormir ocho horas diarias, o las que sean necesarias para sentirnos descansados.

El ejercicio físico moderado de la menos 30 minutos al día, ayudará a acelerar el proceso de adaptación, facilitando la liberación del estrés y la conciliación del sueño, que será más reparador.

 

Procurar mantener un ritmo de vida ordenado, con unos horarios fijos para acostarse y levantarse, y también para comer.

Disminuir la ingesta de alcohol y/o excitantes como el café, o té que contribuyen a alterar aún más los ritmos de sueño.

No obstante y a pesar de cumplir con todos estos requisitos, puede ser necesario el aporte de un reconstituyente a base de vitaminas, minerales y extractos de plantas como el ginseng o la jalea real, pero éstos deben tomarse siempre bajo prescripción médica y solamente durante un tiempo limitado.

 

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