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A pesar de todas las nuevas tecnologías en Medicina Estética, el peeling químico continúa siendo una de las piedras angulares de tratamiento en esta especialidad.

Una de las razones por las cuales los médicos seguimos utilizando el peeling no es solo su eficacia en conseguir un resultado cosmético positivo, sino también su escaso coste, que hace que sea un tratamiento al alcance de todos los bolsillos.

El peeling químico es económico, fácil de realizar, con poca o ninguna exclusión social, y dependiendo de la profundidad del tratamiento aplicado, puede conseguirse una significativa mejoría de varios problemas estéticos, incluyendo cambios en la textura de la piel, problemas de pigmentación y arrugas de cualquier profundidad.

La palabra “peeling”, tan utilizada ya en castellano, viene del inglés “pelar”, ya que inicialmente y su efecto más aparente, lo que se consigue es exfoliar la piel, con un efecto lijado.

Desde siempre la humanidad ha conocido los efectos benéficos sobre la piel de las exfoliaciones, utilizando para ello diversos agentes físicos como la arena de ríos o playas, la piedra pómez, el azúcar, etc., y otros agentes químicos como la leche agria (los famosos baños en leche de Popea y Cleopatra).

Actualmente se utilizan diversos agentes con más o menos poder irritativo, y de ello depende la acción exfoliante, y que van desde los más suaves como el ácido láctico, obtenido de la leche, al más potente como el fenol.

Entre medias, una amplia gama de sustancias como el ácido kójico, que se obtiene del moho del arroz, la resorcina, el ácido glicólico, el ácido salicílico, el ácido tricloroacético, etc., cada uno con una indicación especial para cada patología dermatocosmética de la piel.

Aunque el efecto inicial y más aparente de la aplicación del exfoliante es la descamación, el efecto mas interesante es la respuesta de la piel ante la agresión mínima o intensa a la que se la ha sometido. Esta “agresión” induce una respuesta de reparación por la propia piel que aumentará progresivamente la producción de colágeno y con ello mejorará la textura, elasticidad e hidratación.
De aquí que el tratamiento deba realizarse en etapas sucesivas hasta alcanzar la respuesta óptima de la piel.

Las tecnologías modernas como la terapia fotodinámica y los láseres, son en sustancia agentes físicos de exfoliación, y con ellos pueden conseguirse resultados similares a los obtenidos con peelings químicos. Todos estos métodos inician el mecanismo de reparación de la piel ante la agresión ocasionada. Dependiendo del agente utilizado, se obtendrá una profundidad de acción determinada con su correspondiente respuesta. Así, la profundidad de un laser de CO2, por ejemplo, puede asimilarse a la de un peeling con fenol.

Aunque estas tecnologías ofrecen el atractivo de la innovación, múltiples estudios clínicos y anatomopatológicos no han demostrado sin embargo que sus resultados superen en tal porcentaje al obtenido por los peelings tradicionales, como para abandonar a estos definitivamente.

Los agentes de relleno por otro lado, son herramientas estupendas para tratar arrugas específicas, pero cuando hay demasiadas o están muy superficiales el coste de dichos agentes puede resultar excesivo y el resultado nunca será el mismo si al tiempo no se trata en superficie la piel mediante un peeling adecuado.

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