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Medicina estéticaRejuvenecimiento facial

Envejecimiento y belleza: cuando la arruga es bella

Tengo la fortuna de contar entre mis pacientes a un buen número de sexa – septagenarios. Casi son más que mis pacientes jóvenes, y casi todos han acudido por primera vez deseando eliminar las arrugas que evidentemente presentan en su rostro y que me señalan una a una.
Cuando les explico que ni yo ni nadie a más de dos metros de distancia distinguimos sus arrugas, se sorprenden y estoy seguro que se preguntan entonces, cual es mi misión en la consulta de medicina estética puesto que les insinúo que no les voy a quitar sus arrugas.
Margaret Mitchell, la autora de “lo que el viento se llevó”, describe a la madre de su protagonista, Scarlett, como “una venerable matrona de cuarenta años”. En esos momentos, y como algo próximo a nosotros, quien pasara de los cincuenta años, además de ser una excepción, se encontraba absolutamente castigado por las inclemencias del tiempo sobre la piel, la mala nutrición, enfermedades cutáneas, cicatrices de viruela, pérdida de dientes, secuelas de otras enfermedades como la sífilis (muy frecuente en ese tiempo) y que hoy consideramos poco menos que excepcionales, etc. y que dejaban sobre su imagen una serie de huellas que obviamente eran desagradables.
Esto genera el prototipo de la imagen del abuelo/a de cuento: arrugado, encorvado, sin dientes y con verrugas en la nariz. De ese prototipo evidentemente, todos queremos huir, y la petición más frecuente en una consulta de medicina estética es “…no quiero parecer un viejo”

Nadie puede discutirme que el anterior retrato de Audrey Hepburn en los últimos años de su vida, emana belleza por los cuatro costados y sin embargo son patentes las arrugas propias de la edad en ese momento, y es que el rostro de una persona de la sexta o séptima década de la vida puede ser inmensamente bella al margen de las arrugas que presente, pues la belleza del rostro humano como la energía, ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
Una frase anónima (a veces atribuida a Miguel Ángel) dice que «la belleza no está en el objeto sino en los ojos del observador». Cuando vemos a una persona mayor que se nos antoja desagradable, puede ser en resumen, por tres motivos principales:
1- Porque aparenta enfermedad
2- Porque aparenta cansancio y tristeza
3- Porque aparenta enfado.
Y posiblemente la persona en cuestión ni está enferma ni enfadada y posiblemente es el ser más alegre del mundo pero la impresión que transmite despierta en el observador un rechazo inconsciente al relacionar enfermedad con muerte, y tristeza y enfado con una agresión personal. Esto hace que se genere un sentimiento de rechazo que catalogamos como de “feo” o “inestético”.
Recordemos que el ser humano tiene una necesidad innata de estar rodeado de cosas agradables y bellas que le proporcionan calma y estabilidad emocional.

Recodemos también que el grado en la escala de belleza de un objeto depende de la sensación agradable o desagradable, positiva o negativa que nos transmita. La belleza en definitiva es una sensación.
Por otro lado, el concepto y el estado de “viejo” no tiene nada que ver el que hemos aprendido culturalmente y que mencionaba anteriormente con el que nos encontramos en la realidad de hoy.
Estos tres grandes grupos que mencionaba anteriormente de “Inesteticismos” durante el envejecimiento, están provocados evidentemente por los cambios anatómicos que en él se producen y que son todos consecuencia de atrofias en diferentes planos: piel, grasa, músculos y esqueleto, y se manifiestan en su extremo como esqueletización de la cara y las manos, con órbitas muy marcadas, mejillas hundidas, inversión de los labios, hundimiento de las cavidades orbitarias, caída de los extremos de las cejas y extremos de las boca, manos huesudas, etc.
Simplemente con la corrección volumétrica de estas regiones conseguimos hacer desaparecer del rostro y/o manos ese aspecto que nos causa sensación de “feo”, pero que nada tiene que ver con la presencia de arrugas.
El objetivo entonces que les planteo a mis pacientes es conseguir con los tratamientos médico- estéticos transmitir salud y bienestar, y recuperar en sus rostros la alegría que poseían décadas atrás. Con este solo gesto, aún con arrugas, conseguimos una belleza que no será la misma que a los veinte años, evidentemente habrán cambiado, pero que continúa irradiando atracción al observador.
Que somos viejos, bueno, es lo mejor que nos puede suceder entre las dos opciones que nos plantea la vida, pero unos viejos con belleza eterna.

Dr. Manuel Prieto Pérez

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