Con la llegada del verano, parece que acudimos a quemar todos los cartuchos posibles en la guerra contra la celulitis y el exceso de peso. Una de las armas a utilizar, es el uso de plantas y suplementos alimentarios con supuesta acción sobre las grasas.
La fitoterapia, o el uso de plantas para diversos tratamientos médicos, conoce desde antiguo y casi siempre por la observación y la tradición, el efecto de algunas plantas sobre la grasa corporal.
Hoy en día sin embargo, este conocimiento deja de ser meramente empírico para pasar al campo del conocimiento científico, conociendo en muchos casos el mecanismo bioquímico implicado de los diferentes principios activos de algunas plantas y cómo funcionan.
En el caso de plantas con acción lipolítica, es decir, destructora de grasa, su uso debe por supuesto acompañarse de una dieta adecuada y la correspondiente ración de ejercicio físico. Sin ello, no conseguiremos nunca el efecto deseado por más plantas que tomemos.
Pueden ingerirse directamente como hoja en infusiones, o en forma de extractos o concentrados de elaboración farmacéutica. Esta forma tiene la ventaja de poder aumentar la dosis del principio activo hasta los niveles considerados terapéuticos y por supuesto no sobrepasar la dosis indicada.
La planta que ha demostrado mayor eficacia en el incremento del gasto energético y la oxidación de grasas es el té verde o camilina que, provoca además una disminución en la absorción de lípidos.
Otras plantas como la Garcinia cambogia disminuyen la lipogénesis (conversión de grasas a partir de carbohidratos) y reducen el apetito; las hay que contienen mucílagos que inducen efecto saciante como el Plantago, o bien las que incluyen, además, principios activos capaces de disminuir la grasa abdominal, como el Fucus; así como el Mate o el Guaraná, con efectos similares al té verde.
El conocimiento de cómo actúan, nos ha llevado también a otro conocimiento no menos importante: con que interaccionan.
Es decir, los principios activos de cualquier planta se comportan como cualquier fármaco y tienen, por tanto, contraindicaciones e interacciones, de ahí la importancia de que su uso sea, al menos, puesto en conocimiento por un médico.
El té verde, por ejemplo, se acumula en el organismo y aumenta su efecto sobre el sistema nervioso cuando se combina con algún tipo de antibióticos (ciprofloxacino), cimetidina o suplementos de estrógenos. Esto puede ocasionar mareos, temblores y taquicardias por la acumulación de la teína. Igualmente, puede potenciar los efectos de anticoagulantes aumentando la formación de hematomas.
La Garcinia, fruto de origen asiático, se obtiene en Europa casi exclusivamente en forma de extracto. Puede tener efectos de hipertensión en individuos con tensión arterial lábil y puede tener interacción con fármacos hipolipemiantes es decir, los usados para bajar el colesterol y los triglicéridos.
El plántago puede producir disminución de los niveles de azúcar en sangre, lo cual, si no se conoce, puede ser un problema para el ajuste de medicamentos en pacientes diabéticos.
Estos ejemplos son solo una pincelada para insistir en que el uso de las plantas medicinales deben estar siempre bajo supervisión del médico, y descartar la idea de que “como es natural, no va a hacerme daño”
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