La flacidez es básicamente una alteración de la elasticidad de los tejidos cutáneos.
Se trata de la pérdida de firmeza y tonicidad que sufre la piel debido a la degeneración de las fibras de colágeno y elastina que componen los distintos tejidos que unen la piel y el músculo. Sobrepeso, embarazo y, sobre todo, la , son los principales elementos que hacen que la piel del cuerpo pierda su firmeza y aparezca la flacidez.
En determinadas zonas, puede adquirir tintes de “descolgamiento”. Además, tiene la “complicación” añadida de que se hace más evidente cuando se adelgaza y se pierde volumen. La razón de esta mayor visibilidad es que tanto los fibroblastos como el colágeno y la elastina no se adaptan bien al “cambio de escenario, y pierden su capacidad de volver al estado inicial de equilibrio (esto es, de firmeza y elasticidad) de las fibras que proporcionan tono y sostén a la piel.
Hay otros factores que pueden incidir en la aparición de la flacidez y/o empeorar su aspecto si ésta ya ha hecho acto de presencia: la retención de líquidos, una mala circulación venosa y el exceso de grasa cutánea, entre otros.
Aunque puede aparecer en cualquier parte del cuerpo, hay algunas por las que la flacidez suele presentar una mayor “querencia”: cara interna de los brazos, glúteos, muslos y abdomen.
Para prevenir y combatir la flacidez, es importante tener unos hábitos lo más saludables posible, ya que una nutrición deficiente, el exceso de sol, un estilo de vida sedentario y la falta de ejercicio físico empeoran el problema.
Estas son algunas de las pautas más efectivas para devolver a la piel el tono perdido y evitar que la flacidez vaya a más:
Hay una sustancia presente en la piel que juega un papel determinante tanto en el caso de las estrías como en el de la flacidez. Estamos hablando del colágeno.
Se trata de una “proteína fabricada por unas células llamadas fibroblastos, que está presente en todos los animales y también en el cuerpo humano. Es el componente más abundante en la piel y en los huesos, y es el responsable de la sujeción de los tejidos cutáneos. De hecho, el colágeno aporta elasticidad y firmeza, favoreciendo que la piel se mantenga joven y tersa.
Sin embargo, y a pesar de su importancia, el colágeno no es “eterno”, sino que aproximadamente a partir de los 25 años, su síntesis empieza a disminuir (al igual que ocurre con la elastina y el ácido hialurónico, otros dos pilares del tono cutáneo), lo que tiene, entre otras consecuencias, la aparición de la flacidez y la pérdida de firmeza.
Y por si fuera poco, a partir de los 40 años, empezamos a perder un 1% del colágeno ya presente cada año.
La medicina estética ofrece diferentes tratamientos para aumentar la producción de colágeno y combatir así la flacidez: desde la clásica mesoterapia de aminoácidos y vitaminas, hasta los modernos inductores de colágeno que hacen que los fibroblastos fabriquen más y mejor colágeno para reparar y aumentar el ya existente.
Son tratamientos lentos y que ven sus frutos con el paso del tiempo
Diferentes protocolos pueden combinarse en función de la necesidad de cada paciente y de su estado de flacidez